Querido lector, con esta pequeña contribución al libro que tienes en tus manos, me gustaría hablarte de mi propia experiencia como conductor.
Querido lector, con esta pequeña contribución al libro que tienes en tus manos, me gustaría hablarte de mi propia experiencia como conductor. Puede que algunos de los puntos que voy a mencionar te resulten familiares. Tener la suerte de no haber sufrido daños ni haberlos provocado a otros es muy común, pero ¿y los que no han tenido tanta suerte? Hay mucho sufrimiento provocado por los accidentes en la carretera. Debemos ser conscientes de ello.
¿Eres consciente de cuánto tiempo de tu jornada laboral transcurre en la carretera por motivo de negocios? ¿Un 5 por ciento de tu jornada, un 25 por ciento? ¿Has pensado alguna vez cuál es el número de kilómetros que conduces cada año por tu profesión? ¿20.000 kilómetros, 40.000 kilómetros? ¿Los has contado alguna vez? Ciertamente hay muchas personas que los tienen que contabilizar porque son conductores de profesión o su empresa se lo exige por razones económicas. Pero ¿y tú? Yo puedo darte una respuesta honesta en lo que a mí respecta. He estado trabajando durante unos 10 años como director de calidad y jefe de proyectos en el sector del automóvil y nunca tuve en cuenta estos datos ni fui consciente de ello en el pasado. Supongo que algunos de vosotros estaréis en la misma situación. Por supuesto, todos tendremos una estimación aproximada, algo como: “Bueno, me entregaron este coche de empresa en marzo de 2014 y desde entonces he debido recorrer aproximadamente X kilómetros para la compañía. Estoy seguro de que mi colega el Director de Cuentas hace incluso más, pero eso es normal porque está en ventas, es su trabajo. Y luego está ese otro chico, que cuida a su pequeño cliente Z; tiene una buena vida, no necesita viajar mucho”. Yo estuve pensando de esta manera estúpida durante mucho tiempo, sin ser realmente consciente de lo que hacíamos, los otros y yo, mientras estábamos en la carretera por cuestiones de trabajo.
Hoy reconozco la suerte que he tenido de que algunos asuntos relevantes en mi vida cambiaran mi obstinada opinión. Me gustaría ofrecerte unos pequeños antecedentes de por qué pensaba de aquella manera y cuál ha sido mi actitud. Por favor, no lo veas como un intento de justificar nada, tómalo como una historia de la que aprender.
Al principio el único accidente grave en mi vida había sido un choque contra un ciervo hace más de 18 años, cuando aún era un conductor novato. Fue a finales del otoño, en una carretera rural de vuelta a casa tras mi entrenamiento de balonmano; ya había oscurecido, y la carretera iba paralela a la linde de un bosque. Conducía a unos 115 km/h, excediendo el límite de velocidad en este tipo de carreteras en unos 15 km/h, algo que hacen la mayoría de conductores. El ciervo apareció en el lado derecho de la carretera, corriendo hacia la línea central. Reaccioné de la manera típica, pisando el freno y tocando el claxon, y dando destellos con las luces largas. El ciervo volvió al borde de la carretera, dejándome con un cierto alivio… hasta que saltó de repente otra vez a la carretera y lo golpeé a una velocidad de unos 70 km/h. Después de algunas vueltas de 360º el coche se detuvo en el carril opuesto; mi corazón latía con fuerza. El pobre animal murió al instante. Después de unos minutos rebajando el nivel de tensión llamé a la oficina de los rangers, que en Alemania son los que se ocupan de los accidentes con animales. Por fin, después de un rato, me sentí capaz de conducir los pocos kilómetros que quedaban hasta mi casa, ya que el coche no había sufrido daños graves. La única lección que aprendí de este incidente es que desde entonces conduzco más despacio en esa parte del camino hacia mi vieja casa. Así que no aprendí mucho, desde luego.
Continué siendo un conductor no muy concienciado con la seguridad vial. Como estudiante universitario, gran parte de mi diversión era conducir mi viejo Volkswagen Golf de 1986 por la carretera cuando habían caído las primeras grandes nevadas y los servicios de mantenimiento no habían empezado a trabajar aún. Vagar por las carreteras cubiertas de nieve a cierta velocidad era para mí un gran placer en aquellos tiempos.
Quizá “sentirme invulnerable” sea una expresión demasiado fuerte para mi estupidez de entonces, pero en verdad creía que conducía tan bien y tan seguro que no podía sucederme nada. Con este razonamiento comencé mi vida profesional después de terminar la universidad y muy pronto comencé a trabajar como ingeniero de calidad en el departamento de atención al cliente del Grupo Volkswagen. Este trabajo exigía muchas horas en la carretera para visitar a los clientes. El hecho de ser joven, con un buen trabajo en un sector interesante, lleno de retos, y con productos realmente buenos llegó incluso a incrementar esa estúpida imagen que tenía de mí mismo, y la percepción de que podía conducir como me diera la gana.
A esa errónea actitud de sobreestimar mis propias capacidades se sumó la ambición de mantener una buena posición en mi trabajo y empezar a ascender rápidamente. Algo que continuó guiando mi mala conducción durante aquella época. Estos son los puntos más característicos de mi forma de conducir:
Conducir durante largas distancias sin realizar paradas, en lugar de detenerme a pasar la noche y estar fresco la mañana siguiente, era lo normal. Incluso me sentía orgulloso de recorrer mucha distancia sin parar, comparándome con otros colegas y sintiéndome bien por dentro cuando era capaz de conducir más kilómetros que ellos.
Ignoraba y excedía los límites de velocidad porque quería llegar al cliente cuanto antes. Por esta razón tenía siempre un ojo puesto en los radares, y consideraba a la Policía literalmente como “salteadores de caminos” que robaban el dinero a la pobre gente que necesitaba llegar rápidamente a un lugar concreto para cumplir con su trabajo. Por cierto, ¿conoces el fenómeno por el que si estás demasiado pendiente de los sistemas de navegación dejas de prestar atención a todo tipo de señales en la carretera, incluyendo los límites de velocidad? Yo era un claro ejemplo de ello. Muchas violaciones del límite de velocidad con algunas cuantiosas multas fueron la consecuencia de este comportamiento. Pero incluso en esto tuve suerte, porque nunca me sancionaron con la prohibición de conducir durante un periodo mayor de un mes.
Otro punto habitual era conducir estando cansado. Para mí era algo habitual realizar muchos viajes de negocios seguidos o volver a casa temprano por la mañana después de una cena con un cliente que se alargaba hasta la madrugada. Y otro más: ¿por qué utilizar el transporte público cuando tienes coche de empresa? Eres más flexible y dueño de tu tiempo. Los trenes pueden ser tan impuntuales. Y cuando sumas el tiempo total que necesitas para ir al aeropuerto… mejor viajas en coche.
¿Y qué hay de comprobar o enviar información de trabajo mientras conduces? Algunos años atrás no estaba prohibido hablar con el móvil pegado a la oreja al mismo tiempo que conducías. Esto cambió y yo dejé de hacerlo porque era motivo de sanción. Utilizar el ‘sin manos’ por seguridad es una mejora, pero la distracción durante una llamada telefónica en el coche todavía me sigue sorprendiendo. A veces terminas una conversación y te preguntas cómo vas conduciendo justo detrás de un camión o pegado al límite de tu carril. La distancia que has recorrido durante el tiempo de una llamada tampoco está demasiado clara en tu mente; lo mismo sucede con las señales de tráfico. Todo esto no merecía ni un solo pensamiento por mi parte, en el pasado. Para darte una idea de mi anterior opinión sobre las llamadas telefónicas en el coche, te voy a contar algo: hace algunos años vi en la televisión un reportaje sobre un directivo de una empresa de automoción, al que conocía porque la compañía para la que trabajaba era cliente de Gonvarri. En la entrevista explicaba que él organizaba su día de forma que la mayor parte de las llamadas importantes tuvieran lugar mientras conducía, para no perder tiempo. Yo pensé: “Bien, este tipo es un directivo realmente involucrado”.
Leer y enviar emails mientras conducía es el siguiente gran tema. En épocas de emails permanentes no me importaba en absoluto hacerlo. Leer o escribir mensajes conduciendo, que es incluso más peligroso que una llamada telefónica, lo consideraba como una obligación de informar y estar informado puntualmente.
Mirando hoy hacia atrás, viendo con perspectiva todas estas cuestiones, tengo muy claro que en el pasado yo era un conductor egoísta y peligroso. No era consciente de hasta qué punto ponía en peligro a otras personas y a mí mismo cuando estaba en la carretera.
Mi actitud cambió debido a una serie de razones. Conforme me hice mayor, definitivamente comencé a plantearme cómo debería actuar en la carretera. Unos años después de casarme, empecé a pensar que mis días salvajes deberían acabar para siempre. Mi hija nació en 2013 y con ella llegó la responsabilidad de una familia, algo que te hace actuar con más calma, de una forma muy diferente. Este proceso se ha asentado definitivamente gracias al Emotional Driving Challenge que experimenté en marzo de 2015, cuando acudí a la segunda jornada del Gonvarri Leadership Program en Asturias.
El primer pensamiento que vino a mi mente mientras entraba en la fábrica en la que se celebró la acción fue la auténtica dimensión del evento. Había un montón de gente, el personal de Emotional Driving, directivos, autoridades, empleados de Gonvarri, bomberos, policías y otros servicios públicos, los medios de comunicación, el catering, mis colegas de GLP y yo. Era muy impresionante, tenía una dimensión que yo no esperaba. Una mirada a las caras de mis compañeros me confirmó que eran de la misma opinión.
Los discursos de los directivos siguieron a la presentación de Emotional Driving. Muchas partes involucradas participaban en el evento, así que los temas fueron analizados desde diferentes perspectivas, incluyendo las víctimas de accidentes y los servicios de asistencia. Y a pesar de que todo fue en español –y no es un idioma que domine- los temas se presentaron y visualizaron de manera que los pudiéramos seguir fácilmente sin necesidad de entender el idioma. Por supuesto, algunas de las partes fueron muy emotivas. Tuvieron gran protagonismo los riesgos en la conducción, contados a través de sucesos reales y completados con estadísticas muy elocuentes. Todas mis antiguas costumbres de mal conductor se mencionaron en algún momento. Fue algo que me impactó profundamente.
La infraestructura que envolvía la presentación fue fantástica también. Había algunos simuladores, por ejemplo; mi favorito era el que simulaba el vuelco de un coche. Finalmente coloqué el post it con mi frase motivadora junto a los otros mensajes del resto de la gente, comprometiéndome a conducir de una manera más responsable, por la seguridad en la carretera, por los otros conductores, por mis compañeros, por mi familia y por mí mismo.
En definitiva, Emotional Driving Challenge fue una gran experiencia para mí, un evento espectacular que, según mi opinión, va a extenderse a más y más sedes de Gonvarri. Quiero terminar dando las gracias a todos los que han estado involucrados en este proyecto y gracias también por la darme la oportunidad de contribuir en él.
Martin Bernhardt
Director de Gestión de Calidad Europa Central Gonvarri Industries
Por favor, gira tu móvil para navegar